Esta pregunta nos la hicieron en un taller de “Elevator Pitch”. Y fue casi inmediato que multitud de reflexiones sobre ello me abordaran. No ya buscando respuesta a la pregunta sino analizando lo que normalmente se nos viene a la cabeza cuando meditamos sobre ello.
Primero pensé en que una pregunta de este tipo da paso a una respuesta fija. Pensamos que lo que somos es estable a lo largo de la vida, si hablas de quien soy hablas de un estado concreto. Una cosa que aprendí en la carrera es que, en contabilidad, un balance refleja el estado fijo de una empresa en un momento dado, pero es una foto y para tener una mejor información se necesitan balances en distintos momentos. Esto nos da una idea de hacia dónde se dirige la empresa. Igualmente, lo que somos depende mucho de las circunstancias en las que nos encontramos y como estas cambian continuamente así lo que somos varía sin que seamos conscientes.
Una anécdota que siempre recuerdo sobre la facilidad de cambiar según las circunstancias es la que narra Stephen Covey en su libro Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva. Se montó en el metro y había dos niños que incomodaban continuamente a todo el mundo. Él se sentía ofendido y molesto y fue a hablar con el padre, que permanecía impasible con la mirada perdida hacia el suelo, para recriminarle. Éste le dijo que le disculpase que no sabía qué hacer, que venían del hospital donde su pareja acababa de fallecer. A todos nos parece obvio que las emociones y la actitud de Stephen cambiaran instantáneamente.
Podemos pensar que nuestro estado emocional, y por ende nuestro comportamiento ante los hechos, deriva de la información que tenemos en ese momento. Pero justamente eso es lo que define lo que somos: depende de las circunstancias. Esto me recuerda un artículo que leí hace poco, una entrevista a Robert Sapolsky sobre el libre albedrío.
Ahondando más en ello, en un experimento narrado en el libro de Daniel Kahneman Pensar rápido, pensar despacio, se les pedía a unos estudiantes que formaran frases de cuatro palabras tomadas de un grupo de cinco. La mitad de los estudiantes recibieron grupos de palabras relacionadas con la ancianidad. Terminado el ejercicio, se enviaba a los estudiantes a un despacho a realizar un experimento. Los investigadores midieron discretamente el tiempo que tardaron para ir de un sitio a otro. Los estudiantes que habían construido frases con palabras relativas a la vejez hicieron el recorrido más despacio que los otros. Y los estudiantes no eran conscientes de ello. Somos altamente influenciables y nos adaptamos fácilmente a las circunstancias.
Cuando hablo de lo que somos con otras personas, sale a relucir la clasificación de los cuatro temperamentos. Seguro que todos hemos oído hablar de ellos: sanguíneo, colérico, melancólico y flemático. Y seguro que nosotros mismos nos hemos asociado a uno de los modelos en alguna ocasión. Esta idea tiene su origen en Hipócrates que decía que el cuerpo humano está compuesto de cuatro sustancias básicas que él llamaba humores (líquidos): la bilis negra, la bilis amarilla, la flema y la sangre. Y que de su desequilibrio surgían todas las enfermedades. Posteriormente Teofrasto elaboró un estudio donde relacionaba dichos humores con el carácter de las personas y Galeno decía que el desequilibrio de los humores afectaba nuestra forma de ser, de sentir, de pensar y de comportarnos
La ciencia médica moderna ha rechazado esto como teoría y no reconoce una relación fija entre las secreciones internas y la personalidad. Sin embargo, en psicología, en algunos sistemas de análisis, si se utilizan categorías similares como metáforas. Y, si creemos en ellas, derivamos a analizar nuestro comportamiento para, de una forma sesgada, amoldarlo a una de las cuatro categorías, así como tendemos a sólo fijarnos en las cosas que hacemos que confirman el modelo.
En esta entrada anterior del blog hablaba sobre el poder de las metáforas.
Si queréis revisar una aproximación más acertada a la clasificación de las distintas personalidades, os animo a leer sobre el modelo de los cinco grandes, que engloba los rasgos de la personalidad en cinco factores. Aunque ya os aviso que estos rasgos son modificables en cierta medida, no son fijos. Y en este enlace podéis haceros un test para sacar vuestro perfil.
A la conclusión que quiero llegar, partiendo de la pregunta que nos hicieron en el taller, es que no es correcta la formulación de la misma. En este caso concreto, que hablamos de una actividad profesional, una pregunta más acertada sería ¿Quién tienes que ser?
Puede que nos salte el ramalazo de la autenticidad, del mantener la idea que muchos tenemos sobre el espíritu emprendedor que nos mueve, de lo que nos gusta hacer en la vida. Pero no se trata de un atentado contra ello. Hay que tener presente que, partiendo del objetivo personal de cada uno, desarrollamos una actividad económica. Que dentro de ese objetivo personal podemos tener definido no sólo un estilo de vida deseado sino también lo que queremos hacer en nuestro día a día. Pero al llegar a este punto, debemos tener claro que nuestra actividad comercial es un ente diferenciado. Necesita financiación, ciertos recursos materiales, etc… y el principal activo que somos nosotros. Eso es lo que hay que definir y, en base a ello, elaborar herramientas como el “Elevator Pitch”.
Y si le añadimos la sabiduría de saber que las circunstancias siempre van a estar ahí para desviarnos, podremos tener la tranquilidad necesaria para entender lo que nos pasa y hacer lo preciso para volver al camino.
excelente reflexión
¿Quien soy?
Increíble reflexión
Nos has dado tarea
Excelente