Cada etapa de la historia ha requerido distintos tipos de organización en cuanto a la propiedad de los recursos.
El sistema actual, heredado de la revolución industrial, facilita la acumulación de capital en pocas manos a partir del cual se han podido generar grandes entes productivos que han marcado una era en cuanto a la forma de consumir y compartir.
Sin embargo, y ocurre en la historia cada vez que se cambia de sociedades muy reglamentadas a otras fruto de una revolución de cualquier tipo, hoy es más eficiente organizar la propiedad de los recursos como bienes comunes ya que estos no son los mismos que se necesitaban antes sino que hoy se precisa de otras propiedades más inmateriales como el talento, la emoción, la creatividad, el simple conocimiento, bienes que se pueden poner al servicio de la creación de los nuevos sistemas.
Así emerge la ética por encima de las reglas. Las reglas son para mantener estructuras, pero la ética es la que tiene que servir de base para hacer una estructura nueva, como si fueran los planos de un edificio.
En las comunidades que colaboramos en construir es esta la forma principal de organización y funcionamiento, personas compartiendo sus bienes intrínsecos.
Para profundizar más sobre ello, recomendamos: ‘La sociedad del coste marginal cero’ de Jeremy Rifkin