Estaba haciendo limpieza de archivos en el ordenador y volví a ver este vídeo después de 10 años.
En su día probablemente me impactó por las ideas que presenta. Pero ahora me genera dudas y estoy en desacuerdo con varios de los planteamientos que hace, sobre todo porque resultan muy simplistas. Por ejemplo, estas frases “Cuando se es pobre vives en el presente o pasado […] La manera de volverte rico es mediante una educación que te centre en el futuro”. Limita la capacidad de generar riqueza de la persona a su percepción temporal, pasando por alto, por ejemplo, los factores sociales que son los que tienen mayor impacto.
Pero esta segunda vez que vi el vídeo me hizo pensar que no es el devenir del tiempo sino el de consecuencias el que impacta en las decisiones que tomamos. Aunque en el fondo la idea es la misma. Y lo que nos mueve a la acción, en un sentido o en otros, depende de nuestra escala de valores, que creemos que es fija, pero cambia muy a menudo incluso adaptándose a las circunstancias.
Y fruto de esos ratos que parece que no hacemos nada, pero nuestra mente divaga, pensé en el impacto del proceso cuando las consecuencias de nuestros actos son cosas o eventos que deseamos. En un primer momento sólo imaginarlo nos despierta la esperanza, ese estado de ánimo que tan bien nos hace sentir.
Culturalmente vivimos con la creencia de que tenemos que hacer continuamente en función de esas mejoras futuras, pero ¿no existe un estado en el que hayamos alcanzado una situación vital que nos aporta todo lo necesario para vivir? Entonces ¿sería necesaria la esperanza? Decimos que no podemos vivir sin ella, pero esta idea se sostiene si nuestra situación presente no es adecuada. Si vivimos bien, si tenemos una existencia plena no es necesaria la esperanza, al menos como la conocemos.
Podemos catalogar las necesidades en dos clases: básicas y relativas. Las básicas son imprescindibles como comida, agua, cobijo… Las relativas suelen aparecer cuando las básicas están cubiertas, como puede ser disfrutar en el tiempo de ocio. En un sistema económico como el que tenemos, esas necesidades relativas se generan y manipulan mediante la publicidad. El sentimiento de esperanza se sostiene haciéndonos desear bienes y servicios, se usa para mantener el sistema económico dado su fuerte impacto en nuestro comportamiento.
Para conseguir lo que anhelamos recurrimos al esfuerzo. Nos esforzamos, trabajamos para cubrir tanto nuestras necesidades básicas como las relativas. Pero ese esfuerzo ¿es suficiente? ¿o le mantenemos por la esperanza? Dramáticamente, tenemos cada vez más casos de personas que ese esfuerzo les sirve, a duras penas, para tener cubiertas en parte las necesidades básicas. Entonces, si ese esfuerzo no es suficiente y así lo percibe la persona ¿Qué pasa con el sentimiento de esperanza? ¿Qué estado de ánimo tenemos cuando el esfuerzo a duras penas nos da para la supervivencia?.