Laura González Alba
Está claro que no hablamos el mismo idioma que las etiquetas. Elegir lo que comemos necesita que sepamos traducir al menos los términos que más se repiten.
Aunque el ideal sería consumir productos que no necesiten comunicarse con nosotros a través de su etiquetado (frutas, verduras, hortalizas, legumbres, cereales…), vivimos en una gran ciudad. Esto supone que, en mayor o menor medida, necesitemos consumir productos envasados.
El regulador ha intentado plantarle cara al poder de las distribuidoras de alimentación. Corrijo, está tratando de que al consumidor se le den más datos sobre los productos que hay en el mercado. Sin embargo, estas grandes corporaciones siguen manteniendo su posición hegemónica y sus decisiones, mas basadas en la rentabilidad que en la salud pública, siguen dominando los productos, su composición y la información sobre la misma. Mientras, los consumidores seguimos sin tener claro cómo descifrar esa información que aparece en los envases.
Antes de continuar, hay que tener en cuenta que debemos ser fuertes. Enfrentarse a un producto envasado no es tarea fácil. Tenemos dos importantes tareas: superar nuestras tentaciones y, lo que es más difícil si cabe, no dejarnos engañar por el merchandising. Esta palabra es un área del marketing que estudia dónde y cómo se coloca el producto a los ojos del público. La estantería, el pasillo, el diseño del envase y la etiqueta, entre otros… son el resultado de millonarias inversiones, ¿cómo va a ser fácil evitar que nos influyan?
Con el producto seleccionado en la mano lo primero a revisar son los ingredientes. Mi recomendación (siguiendo el genial libro de Michael Pollan, “Saber comer”) es que si tiene más de tres ingredientes que no puedes identificar es mejor que no lo compres. En esta lista se colocan los ingredientes por orden de cantidad, así que si el azúcar es el primero…tú decides.
En la etiqueta hay un apartado dedicado a la información nutricional que nos da muchas claves sobre lo saludable o no del producto. No somos nutricionistas, pero, del mismo modo que leemos la prensa a diario, comemos cada día. Por eso mi recomendación es que seamos críticos con esta información.
Fijémonos primero en las grasas. Huyendo de mitos, sin los glúcidos (si utilizamos la terminología nutricional) nuestro cerebro no funciona. Pero no vale todo. Debemos elegir grasas insaturadas porque ayudan a que la sangre circule. Dentro de estas encontramos (de más a menos saludables) las grasas monoinsaturadas y poliinsaturadas. Por contra, si las grasas saturadas se mencionan en el envase es mejor no llevárselo a casa. El cuerpo no es capaz de transformar estas grasas para obtener su energía y beneficios, por lo que se quedan con nosotras con el peligro que eso conlleva.
A leer se aprende leyendo:
Las calorías aparecen en la primera línea, pero no deben ser nuestra mayor preocupación. Las calorías como tal no son peligrosas, el peligro está en su procedencia. No es lo mismo tomar 200 calorías de un puñado de nueces que de una chocolatina industrial.
Si seguimos leyendo, se detallan el resto de nutrientes, pero no creo que haya que obsesionarse con los números, simplemente debemos ser críticos del mismo modo que cuando leemos una noticia.
Por ejemplo, tenemos que estar despiertos para detectar el “ruido” en la etiqueta. Los cacaos solubles muestran claramente a qué me refiero. Entre la minuciosamente detallada información sobre el aporte de minerales (expresada cientos de MILIGRAMOS), aparece por despiste los 70 gramos de azúcar que hay en cada 100 gramos. Y con este ejemplo, otro truco. Las unidades de medida se combinan estratégicamente. Si al lado de los 70 gramos de azúcar coloco 500 miligramos de Calcio… puede parecer que ya no tiene tanta azúcar, ¿verdad?
Otro truco, muy de moda, por cierto, consiste en incluir referencias a sociedades científicas o médicas en los envases. Esto es, volviendo al marketing, una acción de patrocinio. La marca financia las investigaciones, estudios y supervivencia de estas sociedades a cambio de poder imprimir su sello en la etiqueta. ¿La salud se ha tenido en cuenta durante las negociaciones de patrocinio? Que cada uno saque sus conclusiones, pero seamos conscientes que aún no hay regulación al respecto.
La información y la educación nos dan poder y autoestima, pensemos y decidamos conscientemente qué queremos para nuestro organismo. Vayamos al supermercado con espíritu crítico. Tal vez el primer día necesitemos más tiempo del habitual, pero una vez identifiquemos los productos envasados que queremos comer, será cuestión de mantener nuestro plan.
Como bien mencionas, la clave para una compra saludable, es adquirir productos que se vea claramente su procedencia. Nada de embasados/latas/procesados. Hay que aprender a comprar productos de mayor calidad, los cuales tengan gran sabor, en vez de, unos de ínfima calidad pero con el sabor potenciado para ser más atractivos al paladar. Muy buen artículo!! Deseando leer el siguiente.