Mi cuñado tiene la buena costumbre de regalarme algún que otro libro. Hace ya unos 20 años tuve la suerte de que me pasara “Lo pequeño es hermoso” de Ernst Friedrich Schumacher.
Este autor fue un economista del siglo XX que defendía una economía con menos carga ideológica (abstracciones) y más dirigida como herramienta útil para el desarrollo humano y el uso correcto de los recursos naturales.
Pero tuvo también, como intelectual, un importante aporte filosófico que plasmó en otro libro “Una guía para perplejos”. Trata sobre la naturaleza, la organización del conocimiento y ataca los “mapas” filosóficos actuales que dominan la ciencia occidental, definiéndolos como estrechos y basados en falsas premisas. En la última parte trata una distinción de los problemas en dos tipos: convergentes y divergentes.
Los problemas convergentes tienen un método de resolución directo. Son aquellos que presentan una serie de pasos sucesivos que, finalmente, nos lleva a una solución, convergemos hacia ella. Es un proceso en el que se aplica la lógica y toma en cuenta únicamente los aspectos que pueden ser tratados. Es decir, aísla el sistema en sí.
Por ejemplo, si tenemos que diseñar el transporte de un recurso de su centro de extracción a la fábrica. la solución sería, muy resumido, construir una carretera que conecte los dos puntos y equiparnos con unos vehículos.
Los problemas divergentes, sin embargo, provocan en su análisis soluciones contradictorias. No convergen. Es cuando entran en conflicto aspectos que escapan al “enfoque de laboratorio” ya que no se pueden transformar. Ocurre sobre todo con las relaciones humanas en las que se enfrentan factores contrarios. No se pueden resolver, pero se pueden superar.
Un ejemplo que pone el autor es el lema de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad. La libertad y la igualdad es un par de contrarios. Decantarse por la libertad completa llevaría a la disolución social. Tomar la igualdad como única vía nos llevaría a la crueldad. Ambos extremos, a un nivel ordinario, generan tensión y ponen en juego las capacidades humanas. No existe una solución a ese nivel ordinario que se pueda aplicar. Sin embargo, podemos superar el problema con fraternidad. Libertad o igualdad se pueden instituir por la fuerza, pero la fraternidad queda fuera de las instituciones y más allá de la manipulación, pertenece a un nivel superior de conciencia.
Cuando nos encontremos con este tipo de problemas divergentes el primer paso es detenerse y discernir. Hay que dedicar un tiempo a pensar, abstraerse y reconocer los factores de nivel superior si los hubiera. Probablemente no den solución al conflicto, pero si nos coloquen en un enfoque en el que podamos superarle y los contrarios puedan coexistir. Intentar aplicar soluciones de problemas convergentes a los divergentes puede parecer más sencillo, pero casi siempre desemboca en aumentar el conflicto.
¡Encontré este texto increíble! Va exactamente en la línea de lo que pienso sobre las «ideologías» aplicadas a todo. aquí en brasil tenemos muchos problemas primarios por resolver, pero los políticos están preocupados por hacer lo que los medios aprueban y divulgan. Realmente tenemos que parar y pensar mucho al respecto.
Un fuerte abrazo desde Brasil.
Parar y pensar… básico.
Converger y Diverger.,
Unirnos por el bien común que todos deseamos y «no» el que solo instalan unos pocos en base a «ahorro de costes» pero con «sobrecarga». Aprendamos a discernir y a sentir como solución a la «situación»
Discernir, exactamente. Es una habilidad fundamental que deberíamos poner en funcionamiento previamente a dar una respuesta a una interacción que tengamos.
Me recuerda, como apoyo, a «entre el estímulo y la respuesta hay un espacio». Pues bien, tenemos que usar ese espacio para, sobre todo, discernir.
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