¡Atento!

Un cambio físico que tuve ya hace unos años es que ya no tengo esa humedad en los dedos con la que se puede pasar más fácilmente las páginas de los libros. Y claro, ahora veo útil mojar las yemas con la lengua, algo que antes me llamaba la atención verlo hacer en esas películas a un anciano con cara amable y lectura pausada.

Cuento esto porque llevo ya 14 años usando libro electrónico (desde 2009 que me dura el mismo) y es esporádico que lea en papel y, claro, cuando lo hago y tengo que chuparme los dedos me resulta extraño.

Cuento esto porque en la entrada anterior

Dos tipos de problemas

Comentaba sobre un texto de Ernst Friedrich Schumacher incluido en su libro “Una guía para los perplejos”. El texto lo tenía leído, pero no el libro completo. En cierto modo me sentía comprometido a hacerlo, sobre todo por entender el contexto. Y sólo lo hay en papel.

Es un libro de filosofía, lo que el autor decía haber aprendido a lo largo de su vida. Y francamente me ha entusiasmado. Obviamente, algunas de las ideas que presenta no estoy conforme con ellas. Por otro lado, otros conceptos me han servido para darle cierta “compostura” a algunos conocimientos.

Menciona como una de las facultades humanas más destacadas la de dirigir la atención. Ésta puede ser atraída por causas externas (sonidos, olores…) o por causas internas (esperanzas, miedos…). Pero tenemos la capacidad de dirigirla hacia lo que elijamos. Y esto que puede resultar trivial es fundamental para poder entender la facultad de la autoconsciencia.

¿Cuántas de las cosas que hacemos a lo largo de los días son por propia voluntad? Nuestra sofisticada inteligencia como especie nos puede hacer creer que todo deriva de una determinada voluntad que ponemos. Pero pensemos en cuanto de ello sólo es fruto de un funcionamiento mecánico. Levantarse, nuestro aseo, desayunar, desplazarnos, realizar ciertas tareas… complejas, muy por encima de lo que pueden hacer otras especies animales, pero fruto de cierto automatismo.

No se trata de hacer una valoración moral de las mismas, no es de lo que tratamos, se trata de distinguir entre lo que es vivir y lo que es dejarse vivir. Ciertas tareas pueden hacernos entrar en lo que en la jerga se dice “fluir”, somos capaces de trabajar durante horas ensimismados en una tarea sin apenas padecer el paso del tiempo. Y por ende esa actividad nos puede hacer sentir plenamente realizados. Pero no deja de ser un proceso mecánico en el uso de nuestras capacidades intelectuales.

Pero detengámonos, sólo a observar (no a valorar) y ver lo que hacemos, lo que sentimos, lo que nos va pasando como si fuésemos haciendo catálogo de todo ello. Eso es la base de la autoconsciencia y lo que nos puede llevar a tener una visión clara de lo que es nuestra existencia.

Ahora entro en el campo de la acción, de la transformación. Como decía más arriba, no se trata de sabernos o no felices, de si nos gusta o no la vida que llevamos. Se trata de que desde esa posición de autoconsciencia podemos entender que nuestra vida se rige por una serie de conductos que pueden ser cambiados. ¿Hay que cambiarlos? No. Pero se pueden cambiar.

Todo pasa por definir otra realidad. A partir de ahí, tendremos que identificar las nuevas tareas, seguro que muchas también mecánicas como las que hasta ahora ya hacemos. Y entonces ponerse en marcha.

¿Es fácil?… no lo se. Cada situación personal es única. Pero percibo que los cambios más complicados tienen que ver con el tiempo disponible. Este está adecuado a nuestra realidad actual, probablemente totalmente ocupado. Bueno, podemos elegir que no haya transformación.

¿Lo conseguirás?… no lo se. Es parte del juego de la vida, una cosa es lo que pensamos, planeamos y hacemos y otra lo que va pasando. Pero lo que es indiscutible es que si no hacemos lo que tenemos que hacer entonces no tenemos ninguna opción.

Lo importante es que, esto si desde una valoración moral, estarás dando respuesta a la facultad que como seres humanos tenemos: la de poder transformar nuestra existencia.

Foto: Sasha Freemind

2 comentarios

  1. Gracias amigo, me dejo pensando esta lectura!!

  2. Pingback: Empatía no es compasión - Drago Networking

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