Recuerdo a mi tío Luis contarme que, de muy joven, comenzó a trabajar en un taller regentado por un alemán. Este le decía: “la contaminación es el pago que hacemos por el progreso”.
Una de las justificaciones que se han esgrimido desde siempre para, de alguna manera, justificar los daños medioambientales, es que son necesarios para que pueda haber progreso. Antes que nada, hay que aclarar a qué nos referimos con progreso en este caso. Porque muchas veces el lenguaje obliga a ser más concretos.
Si decimos que el daño medioambiental es necesario para nuestro progreso, en este caso hablamos de mejora en nuestro bienestar material. Pero también aquí necesitamos afinar que significa bienestar material.
Cuando nos referimos al bienestar material generado por el progreso, nos estamos refiriendo a tener cosas que mejoren nuestra vida. El paso de lavar a mano a hacerlo con una lavadora, por ejemplo, la nevera, el televisor… o simplemente tener una vivienda en condiciones.
Pero ahora vivimos otras circunstancias. Ahora nos encontramos en un punto de inflexión muy agudo porque el daño medioambiental que hemos ido generando a lo largo de los siglos impacta directamente en nuestro bienestar material. Podemos disfrutar de esos bienes materiales, pero entra la variable del entorno donde los disfrutamos.
Nos vamos de vacaciones, pero es fácil que nos coja una ola de calor que haga que no disfrutemos… o una dana. Precio desorbitado de algunos alimentos como el aceite de oliva o cortes de agua por la sequía.
Enfermedades
La contaminación causó 9 millones de muertes en 2019
Resistencia a los antibióticos
Un estudio vincula el aumento de la contaminación con la mayor resistencia a los antibióticos
Y un largo etcétera.
Pero también estamos entrando en una realidad de impacto económico directo, como este caso
La crisis ambiental y climática desploma el valor inmobiliario en el Mar Menor
Y empieza a surgir otra realidad en la que el progreso ya no tiene por qué significar daño medioambiental
La energía solar: un nuevo motor económico
Pero incluso hay casos en los que la acción directa de recuperación medioambiental nos lleva a mejorar nuestro bienestar material.
Cientos de miles de empleos y millones de dólares a las arcas públicas: la potencia económica de la Amazonia
El cambio de concepto de lo que significa progreso y los medios para lograrlos depende, como en otros muchos casos, de la cultura, que es la que casi siempre genera la ideología. Hace pocos días vi el programa Informe Semanal de este enlace.
En la segunda parte, a partir del minuto 17:27, hablan de Dinamarca y de la gran transformación que supuso para el país la crisis del petróleo de 1973. Puede que la motivación fuese principalmente económica, que la adopción de políticas medioambientales fuera dirigidas a evitar la crisis y la dependencia del petróleo. Pero lo que los ha llevado es a ser un referente en cuanto a energía verde, obviamente con todos los matices que puedan tener. Pero es una referencia para tener en cuenta para saber qué camino seguir. Hablan incluso de la crisis actual (económica, medioambiental) como un nuevo punto de partida, otro hito como el de 1973.
Estoy convencido que el mayor problema que tenemos ahora en el mundo es la falta de una dirección. Vivimos demasiado entretenidos con los medios, con las redes, con el trabajo… con nuestras vidas. Quizás la principal causa es que el sistema económico, del que todos formamos parte, nos haya dado el papel pasivo del consumidor que espera la motivación para comprar y que esto marque nuestra actitud ante la vida. La mano invisible que nos maneja somos nosotros mismos formando parte del sistema. Tenemos que romper inercias, creer y crear otros futuros y no andar esperando a que lo hagan otros porque esos de los que esperamos acción son, como nosotros, parte del sistema.
Un resumen de la realidad que conmueve. España se ha convertido en un país de servicios, y son residuales las empresas que manipulan materias primas. Se ha dejado de fabricar. Existe la esperanza de que con la tecnología de fibra y 5 G pueda haber un retorno a las zonas rurales, donde poder desempeñar tareas laborales interconectados, y fomentar la harmonia entre humanidad/naturaleza. Igualmente la Administración DEBERÍA favorecer fiscalmente e incentivar a las empresas que ofrezcan a sus empleados teletrabajo, para fomentar este punto de inflexión en el que estamos. Se necesita la implicación de TODOS, no unicamente de los usuarios y personas físicas