Miguel Carrero
Hace poco he visto una charla de Nick Hanauer en ted.com que me ha entusiasmado sobre todo por el repaso esquemático y directo que hace de la economía actual, así como de los postulados que más se han estado aplicando desde las políticas económicas muchos países.
Un aspecto en el que coincide con otros autores y divulgadores es que la economía no puede ser considerada como una ciencia. Las supuestas leyes económicas, los postulados, son opciones, opiniones. Al contrario que las leyes físicas, no se han probado o si se han probado pero pocas veces han dado los resultados predichos. En sus palabras “son normas sociales y narrativas basadas en la pseudociencia”.
Quiero en esta entrada tratar brevemente dos de esos postulados que resultan nucleares.
El libre mercado
Una de las supuestas leyes económicas es que el mercado se autorregula y, por tanto, no hay que llevar a cabo ninguna intervención sobre él.
Hay que reconocer al mercado, desde sus orígenes, como uno de los laboratorios humanos más productivos e innovadores. La ruta de la seda tuvo tanta importancia que algún autor la considera el “internet” de la época. Por ella no sólo fluían mercancías sino, sobre todo, innovaciones, cultura, etc.
Hay una anécdota (1) que cuenta el arquitecto Nasr Chamma sobre el campo de refugiados Zaatari, en Jordania, levantado en 2003. En el lugar los refugiados hicieron un mercado con más de tres mil puestos de comida, venta de pájaros, peluquerías, etc. Esta actividad ocupaba un espacio en la vida de los refugiados, marcando horarios y rutinas y promovía el desarrollo de otras actividades. Al final los refugiados consiguieron con ello una forma de colaborar y se fue desarrollando una comunidad. Pero las autoridades que controlaban el campo vieron en ello un riesgo de que la experiencia llevara a que apareciera una ciudad y, una mañana, cientos de hombres armados disolvieron el mercado y ahí acabó la aventura de esta comunidad incipiente.
Se puede entender que, para que las ideas fluyan y las interacciones humanas sean productivas, tiene que haber un alto grado de libertad. Pero un mercado de cualquier tipo, al generar conexiones múltiples entre personas, y así redes cada vez más complejas, termina produciendo más problemas de los que resuelve y, por tanto, necesita de cierta regulación que defina un marco de actuación para poder controlar esos problemas. Así tenemos los ejemplos del calentamiento global o la crisis financiera de 2008 como ejemplo de problemas generados por mercados no regulados.
Quien reclama hoy en día más libertad de mercado lo que realmente solicita es menos regulación. Y si con la que ya hay se producen tales problemas, si se baja la regulación es difícil imaginar lo que puede llegar a pasar.
El comportamiento humano
Desde la escuela neoclásica de economía se ha creado el modelo de comportamiento “homo economicus”, basado en la racionalidad del individuo en cuanto a sus decisiones económicas. Presupone que este busca su propio beneficio y en base a ello actúa.
Sin embargo, las evidencias analizadas por la ciencia nos dan una imagen muy distinta del ser humano. El comportamiento racional y egoísta del “homo economicus” puede ocurrir en circunstancias concretas, pero lo real es que nuestro comportamiento es más emocional que racional. Se puede leer, por ejemplo, “Las trampas del deseo” de Dan Ariely, y también “El mono que llevamos dentro” de Fraans de Val.
Es decir, el modelo del “homo economicus” era necesario para que las leyes que se intentaba demostrar tuvieran sentido.
Y aunque es cierto que la competencia en la economía es beneficiosa en cuanto a conseguir mejor oferta para el consumidor, lo que realmente ha desarrollado nuestras sociedades es la cooperación. ¿Es posible imaginar que hubiera sido la competencia la base de nuestra civilización? De todos modos, la competencia en la economía que mejor funciona es la enfocada en la innovación, en el mejoramiento del propio producto. Es decir, más que ser entre sujetos es una competencia con uno mismo por mejorar lo que se ofrece.
Uno de los modelos más conocidos en el análisis teórico del comportamiento humano en cuanto a la economía es la teoría de juegos, donde uno de sus mayores exponentes fue John Forbes Nash y su estudio sobre el equilibrio. Fue por ello que le concedieron el Premio Nobel de Economía (mal llamado así porque realmente es el Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel). Y su historia se ha llevado al cine con la película «Una mente maravillosa». También era necesario usar al “homo economicus” para que tuviera sentido. Este modelo ha servido en muchas ocasiones para la toma de decisiones desde muchos gobiernos. Os animo a que veáis el vídeo que sigue y escuchéis a Nash qué piensa sobre ello con el paso de los años y otra perspectiva vital.
(1) Fuente: Ahora o nunca de Arancha Ruiz