El último libro que he leído Trabajo de James Suzman analiza, desde una perspectiva histórica, la actividad del trabajo, entendida desde su definición más universal: algo que implica gastar energía de manera intencionada o invertir esfuerzos en una tarea para conseguir un objetivo o un fin. Recorre así desde que el ser humano era cazador-recolector hasta nuestros días.
Lo que más me ha llamado la atención es la capacidad de adaptación de nuestra psicología a las distintas circunstancias en las que nos vemos envueltos. Así, como cazadores-recolectores, al depender de lo que el entorno nos ofrecía en cada momento, vivíamos al día con todas nuestras necesidades cubiertas. Luego, con el paso a la agricultura, la forma de pensamiento es que el esfuerzo de hoy tendrá su beneficio en el futuro.
Forma parte también de esta psicología las valoraciones morales de cada forma de ver la vida. Una persona que hoy viva al día, buscando lo justo para su subsistencia, probablemente lo tacharíamos de vago o, más de moda, perroflauta. Sin embargo, para el cazador-recolector no tiene sentido coger del medio más de lo que se necesita. Y el que lo hace es mal visto por el resto. Por tanto, la moralidad no responde a unos valores universales sino circunstanciales.
De ello ya hablamos en esta otra entrada
¿Cómo trabajaremos en el futuro?: ¿Cómo quieres trabajar?
Un ejemplo que os propongo como ejercicio es valorar desde nuestra perspectiva el estilo de vida de cazador-recolector y su éxito. Probablemente pensemos que es una forma de vida más dura que la nuestra, obviamente la comodidad material y el cuidado de la salud que tenemos hoy no deja dudas sobre ello.
Pero es quizás lo único que tengamos de ventaja, porque su forma de vida no es desagradable y brutal como parece. Aun con circunstancias adversas consiguen lo que necesitan para subsistir y el tiempo que tienen que dedicarle es menos de la mitad de lo que nosotros trabajamos.
Además, si el éxito de una forma de vida viene marcado por su duración, el modelo de vida del cazador-recolector duró mínimo desde la aparición del homo sapiens, hace cientos de miles de años, hasta el descubrimiento de la agricultura hace diez mil.
Y sin embargo parece que abrazamos sin reparos la agricultura. Pero tuvo más que ver con que las circunstancias climáticas de entonces favoreció la proliferación de ciertas gramíneas. Lo que empezó siendo una recolección, con el paso del tiempo se convirtió en un cultivo, dado que ya estábamos acostumbrados a esos alimentos. Y como la agricultura favorece el excedente, fueron esos individuos los que medraron y conquistaron el entorno.
Lo que resulta extraño es que dada la altísima productividad del trabajo hoy en día es que, aún así, este ocupe tanto tiempo en nuestra vida. La pista principal la da Keynes cuando diferenció lo que son necesidades absolutas de necesidades relativas. Las absolutas son las básicas como la comida, el agua, la seguridad, la comodidad, la compañía de otros… comunes a todos los humanos. Las relativas son todas aquellas que, en un ejercicio de análisis, podemos perfectamente catalogar de prescindibles: una casa más grande, un coche mejor, un viaje lo más lejos posible…
Estas necesidades se nos han hecho deseables de dos modos:
- históricamente porque las clases bajas ansiaban lo que las clases adineradas tenían
- actualmente porque la propaganda no tiene control en cuanto a las cosas que nos hace necesitar.
El ejemplo más emblemático lo tenemos con la firma Kellogg’s. En la década de 1930 redujo la jornada laboral de 40 horas semanales a 30, con el mismo sueldo. Pero en la década de 1950 los trabajadores votaron a favor de regresar a la jornada de las 40 horas. Así tendrían más poder adquisitivo en un mercado de consumo más desarrollado, no ya con artículos que cubrían sus necesidades absolutas sino la relativas.
Este proceso es el que nos ha llevado a nuestro modelo económico actual, que es un continuo de resolución del problema de la escasez. Porque la gestión de las necesidades relativas parece no tener fin. Y es ello lo que nos está llevando como civilización al abismo.
La solución pasa por la reducción de las desigualdades y por una moderación de nuestras aspiraciones materiales.
Q razón!!! Pero ya no tenemos marcha atrás
Ojalá sea así y no haya marcha atrás a la posible solución
«La solución pasa por la reducción de las desigualdades y por una moderación de nuestras aspiraciones materiales.»
Creo que desde casa cada uno aportamos por una transformación, si bien es cierto no podremos cambiar la historia, Dios nos ayuda a construir un mejor futuro, para nuestras generaciones y en eso debemos trabajar y llevar ese mismo mensaje a otros.