Entre otras funciones, el agua contribuye al mantenimiento de una regulación normal de la temperatura corporal y un funcionamiento adecuado de las funciones corporales y cognitivas. Compone al menos el 70% de nuestro cuerpo. Para mantenerse bien hidratado, un adulto debería beber aproximadamente 2 litros de agua al día, aunque esto depende de varios factores como el peso y estatura, la actividad física y el clima.
Llamamos agua potable al agua que podemos consumir o beber sin que exista peligro para nuestra salud. El agua potable no debe contener sustancias o microorganismos que puedan provocar enfermedades o perjudicar nuestra salud. Por eso, antes de que el agua llegue a nuestras casas, es necesario que sea tratado en una planta potabilizadora. En estos lugares se limpia el agua y se trata hasta que está en condiciones adecuadas para el consumo humano. Desde las plantas potabilizadoras, el agua es enviada hacia nuestras casas a través de una red de tuberías que llamamos red de abastecimiento o red de distribución de agua.
El proceso de potabilización consta de las siguientes fases:
- Precloración y floculación: después de un filtrado inicial para retirar los fragmentos sólidos de gran tamaño, se añade cloro (para eliminar los microorganismos del agua) y otros productos químicos para favorecer que las partículas sólidas precipiten formando copos (flóculos).
- Decantación: en esta fase se eliminan los flóculos y otras partículas presentes en el agua.
- Filtración: se hace pasar el agua por sucesivos filtros para eliminar la arena y otras partículas que aún pudieran quedar, eliminando a la vez la turbidez del agua.
- Cloración: para eliminar los microorganismos más resistentes
- Envío a la red.
Pero eso no quiere decir que ese vaso de agua que nos bebemos esté libre por completo de microbios, algo que también ocurre con el agua embotellada. El agua del grifo alberga centenares de miles de especies de bacterias, algas, diminutos invertebrados y virus que son inofensivos, de modo que al beber un vaso de agua también ingerimos varios millones de microbios que son inofensivos. Pero en ocasiones llegan al agua microbios patógenos en cantidad suficiente para provocar enfermedades. Es lo que se desprende de un estudio sobre el agua de la red de suministro en los Estados Unidos, “Microbios en las tuberías”, publicado por la Academia Americana de Microbiología.
Otro elemento que tenemos que tener en cuenta es la presencia de trihalometanos que se producen al tratar el agua con cloro para su desinfección. Los trihalometanos son compuestos orgánicos volátiles fruto de la reacción de la materia orgánica que transporta el agua sin tratar con el cloro que se emplea en la planta potabilizadora para su desinfección. Su ingesta en cantidades elevadas y durante un largo período de tiempo causa daños hepáticos y son «potencialmente cancerígenos», según la Agencia Internacional del Cáncer. Puedes leer más aquí sobre los trihalometanos.
Hasta ahora no ha sido ni práctico ni posible el intentar detectar en el agua que bebemos todos y cada uno de estos componentes, lo que se ha hecho es definir oficialmente unos límites de que un agua puede contener sin dejar de ser saludable.
Una opción que cada vez su uso se hace más común son los sistemas de tratamiento de agua en los hogares.
Existen unos estándares a tener en cuenta a la hora de elegir un sistema de tratamiento de agua que garantice la calidad del agua que consumimos. A continuación, te exponemos los más importantes:
- El sistema no debe agregar nada dañino en el agua, y pasar rigurosas pruebas de extracción para materiales en contacto con el agua.
- El sistema debe ser estructuralmente sólido y estar diseñado para satisfacer requisitos de fontanería, como las fluctuaciones de presión.
- La publicidad y etiquetas no deben contener ninguna información falsa ni engañosa.
- Los materiales y el proceso de fabricación deben ser consistentes y estar sujetos a una revisión anual.
- Es casi imprescindible que el sistema pase algún tipo de certificación que nos asegure la reducción de contaminantes.
En cuanto a los tipos de certificación, el más solvente es el que se desarrollan en los laboratorios de la NSF International en donde se contemplan, entre otras, estas normas como esenciales para obtener un agua de calidad óptima:
- Norma 42 Para mejorar el sabor, el olor y el aspecto.
- Norma 53 Contaminantes como el plomo y los contaminantes orgánicos volátiles.
- Norma 55 para tratamiento bactericida suplementario del agua potable desinfectada.
- Norma 401 Nuevos contaminantes, incluidos algunos fármacos por prescripción o de venta libre, nuevos tipos de herbicidas, etc., que se han encontrado en niveles ínfimos en el agua potable.
Los beneficios de consumir agua pura y limpia son múltiples y nuestro máximo interés y compromiso es concienciar y proporcionar sistemas que lo favorezcan. Si este artículo ha despertado tu interés y te planteas instalar un sistema de tratamiento de agua te podemos asesorar.
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