Miguel Carrero
En su libro La riqueza de los humanos, Ryan Avent dedica un capítulo del mismo a explicar lo que es el capital social. Básicamente lo describe como aquel conocimiento individual que sólo es útil en cierto entorno. Quiere decir que, en cualquier tipo de organización, las personas que la forman, además de tener un conocimiento individual, adquieren nuevas capacidades en función de la estructura de la organización que comparten con los demás miembros, pero que fuera de ese entorno no tiene el mismo valor. Es la cultura propia de una organización y regula el comportamiento de las personas.
Así, podemos percibir que a lo largo de la historia ese capital social se ha ido conformando en función de las organizaciones donde se generaba. En las empresas fabriles prácticamente todo el tiempo y conocimiento es preciso ponerlos en el trabajo manual y el manejo de las máquinas, por lo que no era necesario un gran desarrollo del capital social. Sin embargo, según se ha transformado la economía a empresas del tipo de servicios y de manejo de la información (lo que se puede definir como la desmaterialización de la producción), así su capital social se hacía más grande, complejo y determinante en cuanto a la esencia de la misma empresa.
Quizás esto nos ayude a entender por qué, en una era en la que las comunicaciones facilitan el poder realizar muchas tareas fuera de las oficinas de una empresa, muchas entidades prefieren gastar dinero en alquileres para poder congregar a sus empleados y que se relacionen con las otras personas relacionadas con la actividad (compañeros, clientes, proveedores, etc) y así facilitar el desarrollo del capital social.
Y partiendo de aquí (sociedad de la comunicación, desmaterialización de la producción…) pensemos en una organización más allá:
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no de trabajadores sino de empresarios, es decir el beneficio no es sólo para el dueño del capital financiero
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no relacionados por jerarquías sino por intereses comunes en cuanto a colaboración y ayuda para el desarrollo de sus actividades
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sin necesitar de participar en la distribución física de los bienes y servicios
En este punto, el capital social que se genera es un grado máximo en cuanto a la promoción del individuo y a la colaboración entre iguales, no habiendo nada parecido en el resto de organizaciones conocidas. Este es nuestro modelo de economía colaborativa.
Economía colaborativa. Como la quiero, y más la querré cuando mis esfuerzos empiecen a generar sus frutos.
Los esfuerzos y sus frutos no suelen llevar una relación lineal. Es necesario provocar un fuerte desequilibrio en esfuerzos para que los frutos empiecen a fluir ya sin esfuerzo.
Mucho ánimo.
Muy bueno el artículo. La Economía Colaborativa está emergiendo como un modelo económico sin parangón. Ganar-Ganar .
Felicidades y mucho éxito.