Miguel Carrero
¿Es voluntad lo que te falta?
En esta otra entrada hablábamos de la trampa mental en la que caemos cuando justificamos un bloqueo por nuestro estado emocional y de cómo una solución tan simple como cambiar de postura física nos podía hacer cambiar ese estado.
Hay otros casos en los que inventamos explicaciones que nos sirven para justificar otras situaciones no deseadas y que también tienen un gran éxito a nivel social.
Por ejemplo, el caso tan manido de los propósitos de año nuevo. En medio de la fiesta y la alegría compartida, nos animamos a ponernos metas retadoras para el año que empieza y nos hace sentir bien pensar que las logramos.
Pero ¿qué suele ocurrir en un tiempo breve? (en muchos casos sólo una semana). Que renunciamos. ¿Y cuál es el principal motivo?: la falta de voluntad.
O eso es lo que nos decimos a nosotros mismos “es mi defecto, no tengo voluntad”, con el daño que esto puede suponer para nuestra autoestima… u otras causas que tienen el mismo fundamento como “no tengo tiempo” o quizás “es que quiero centrarme ahora en esto otro”.
Es cierto también que disponemos de un “ancho de banda mental” concreto, pero normalmente todas estas son explicaciones que nos damos a nosotros mismos por la falta de estrategias. Incluso la psicología conductista nos dice que la fuerza de voluntad no existe.
En este vídeo de Tedx Madrid de este año 2018 Ramón Nogueras, psicólogo conductista, explica lo básico sobre ello.
Estrategias para experimentar
Richard Wiseman es un investigador británico en el terreno de la psicología. Uno de sus trabajos más útiles es el libro 59 segundos, en el que recoge todas aquellas estrategias que funcionan de manera probada, basándose en estudios científicos que las certifican.
Y para el logro de tus propósitos nos dice lo que funciona y lo que no
FUNCIONA
- Hacer un plan detallado que nos marque el camino.
- Contar mis objetivos a otras personas.
- Pensar en las cosas buenas que sucederán si logro mi objetivo.
- Darme una recompensa por haber avanzado hacia mi objetivo.
- Dejar constancia de mis progresos como, por ejemplo, en un diario o en una gráfica.
NO FUNCIONA
- Motivarme concentrándome en alguien a quien admiro por haber llegado muy alto.
- Pensar en las cosas malas que sucederán si no logro mi objetivo.
- Intentar suprimir los pensamientos que no me ayudan
- Confiar en mi fuerza de voluntad.
- Fantasear sobre lo estupenda que será mi vida cuando logre mi objetivo.
Obviamente, cada ser humano tiene sus características individuales y puede haber casos concretos en los que los disparadores de la motivación pueden estar fuera de la norma, pero este esquema es una buena guía de inicio para empezar a trabajar.
También menciona unos ejercicios concretos como:
- Para evitar el aplazar las tareas, usar el truco de decirte “voy a hacerlo sólo 5 minutos”, lo que provoca en el cerebro una ansiedad que le lleva a querer terminar la tarea. Es decir, no enfoques en la tarea completa sino en hacerla sólo 5 minutos… y dejarte llevar.
- Piensa tanto en los beneficios del logro y en lo bien que te hará sentir como en la principal dificultad que puedes encontrar y qué harás para superarla. Escribe y planifica.
- Imagina tu funeral y un ser querido habla sobre ti, de las cosas buenas que hiciste en vida. ¿Estás viviendo de acuerdo con esa visión? Si no es así, orienta la dirección de tu vida.
Este último ejercicio del propio funeral puede ser muy útil para buscar un sentido a largo plazo en la vida, nos da una visión de todo lo que puede significar nuestra existencia. Pero para el corto plazo, a un año vista, por ejemplo, hay una técnica que considero más adecuada.
Conseguir una “A”
En el libro “El arte de lo posible”, Benjamin Zander, profesor de música y director de orquesta, nos habla de una técnica que usa con sus alumnos. Para conseguir que se centren correctamente en el aprendizaje de la música, sin tener que estar bajo la presión de la evaluación de su trabajo y se enfoquen en los factores psicológicos y emocionales que necesitan para desarrollarse en su crecimiento como músicos, les califica desde el principio de curso con la máxima nota (en USA una “A”).
También les encarga el ejercicio de redactarle una carta a él como profesor imaginando que lo están haciendo en el momento de que han acabado el curso. En ella tienen que explicarle por qué han conseguido esa máxima calificación, detallar todo lo que creían haber aprendido, qué progresos creían haber hecho, si habían ganado algún premio, cumplido ciertos objetivos… Sin mencionar en ningún momento palabras como “confío” o “espero” o “haré”.
Pero sobre todo se les pedía que explicaran qué persona iban a ser en ese momento, su actitud, sus sentimientos y el punto de vista de una persona que ha hecho o se ha convertido en todo aquello que pensaba.
Este también puede ser un buen ejercicio para nuestras aspiraciones, creo que es la mejor manera de planificar el camino no sólo con técnicas sino con las emociones necesarias para poder superar los retos.